domingo, 2 de septiembre de 2012

Se quedaron con vos.

Vos me abrías las piernas y se caían tetas de tu techo, caían sobre mi panza, mis hombros, pezones en mis ojos, en los orificios de mi nariz, en la punta de mi lengua, que esperaba erecta, sobre las uñas de mis pies, todo para mí, tu lengua y la lluvia de tetas.
No recuerdo en detalle tu techo, no lo recuerdo, si recuerdo la luna rota y sucia que colgaba de él.

De mis tripas nacían porristas rubias, en polleritas cortas, en top, mostrando el ombligo, rubias ellas, corte carré, pelo lacio, sonrientes, que festejaban a los saltos, saltos organizados y practicados, esta lluvia de tetas, esa ventana abierta y ese aire pesado, húmedo de sexo.
Cuando descansábamos las porristas preparaban carteles y lo mostraban entre saltos y gritos:

¡COGEME OTRA VEZ!
¡OTRA VEZ!
¡OTRA VEZ!
¡ACTIVÁ LA LLUVIA DE TETAS!
¡QUÉ EL AIRE TENGA TU OLOR, SIEMPRE!

Cuando te lo conté te reiste, mucho, ¡sos tan linda cuando te reís mucho! no puedo encontrar con exactitud el timbre de esa risa, los sonidos se pierden y las imágenes quedan mudas y esta sordera, apena.
A veces te distraías y yo te decía: las porristas acaban de levantar un cartel.
¿qué dicen? preguntabas curiosa y sonriente.

SEXO, SEXO, SEXO.

Sumisas ambas, sacábamos nuestras lenguas, para pasearlas por nuestras pieles, una y otra vez y otra vez.

Yo sacaba de tu lengua, un hilo de baba y muy despacito, con paciencia, lo llevaba, lo estiraba lentamente, para que no se rompa, hacia mi garganta, nido de gemidos.
Vos tomabas de mi entrepierna mis jugos y tirabas enrulando ese hilito hacia vos, te lo atabas en el dedo y me tenías.
Con carteles de porristas, telarañas de saliva, yo estaba con vos y vos estabas conmigo.


Si no fuera por las palabras, malditos cascotes, que se caen de la boca, golpeandolo todo, cortando hilos en cada golpe, levantando paredes, escombros malditos ,si no fuera por las palabras...

Tus manos y las mías, desesperadas, escarbaban, hasta encontrarse en las puntas de los dedos y yo pasarte por ese huequito chiquito que habíamos hecho, mi hilito y agarrar el tuyo; vos ponías tu oreja en el hueco, yo acercaba mi boca y te decía: las porristas levantaron un cartel:

¡COGEME! ¡ACERCÁ TU LENGUA!

Tu cuerpo y el mío entre cascotes malditos, se amaban, se chupaban, se apretaban ,se enroscaban, una y otra vez.

Un día no hubo hueco, y entre manos desesperadas, vomitábamos cascotes, piedrazos:

¡Escarbá conchuda, que no te encuentro!


Tus gritos, los míos

        tus gritos, los míos


                     tus gritos, los míos








                                                                     tus gritos, los míos













                                                                                                                 tus gritos, los míos.

Dormirse sin hueco, una y otra vez, otra vez.


Ya no hay escombros, porque vos no estás conmigo y yo no estoy con vos.
No hay hilitos, se cortaron.
No hay carteles.



                            Las porristas se quedaron con vos.